martes, 8 de octubre de 2013

Lo que diputados, senadores y funcionarios olvidan

Indudablemente en Paraguay, el gran desafío sigue siendo institucionalizar el país y educar a su gente... sobre todo a aquella que accede a los cargos públicos.
El debate generado a raíz de la negativa de diputados, senadores y funcionarios del Congreso Nacional a difundir información tan básica como lo puede ser conocer la nómina de los empleados del Congreso y cuánto ganan es un ejemplo de lo que hablo.
No iba a referirme a este tema porque al principio creí erróneamente, debo reconocerlo que se trataba de una simple treta mediática, de las tantas a las que ya nos tienen acostumbrados ciertos diputados y senadores para que no nos enteremos de determinadas actividades suyas. Por ejemplo, que en realidad utilizan sus cargos para llevar a la función pública, o bien a toda su parentela y amigos, o bien a todas sus queridas y sus parientes.
Pero tras las reiteradas manifestaciones de los funcionarios del Congreso, a través de sus propias autoridades, y de notas firmadas por ellos mismos, se evidenció una situación más que preocupante y que debe, imperiosamente ser revertida: la más absoluta ignorancia de la naturaleza de sus funciones.
Es decir, independientemente del color partidario que poseen y del cargo que desempeñan en el Congreso, la mayoría, empezando por el propio presidente del Congreso, Julio César Velázquez, y su par de Diputados, han hecho gala de una supina ignorancia y falta de comprensión del rol que cumplen en la sociedad. Y a casi dos semanas de iniciada la polémica, persisten en su tozudez. "El interés particular prevalece por sobre el general", Juan Bartolomé Ancho Ramírez, diputado. "Tenemos derecho a la intimidad y a que no se sepa cuántos somos, y cuánto ganamos", documento firmado por funcionarios del Congreso.
Insisto, desconocen la naturaleza misma de sus funciones.No pueden ni deben invocar derechos que no les corresponde.
Parece que olvidaron que son funcionarios públicos y que la sociedad paraguaya tiene derecho no solo a saber cuántos son, y cuánto ganan, sino quiénes son los que en nombre de ella administran la cosa pública.
Es perentorio recordarles, y hasta advertirles, que las actividades que realizan las están haciendo en nombre del Estado y al servicio del Estado.
Y, lo que es más importante aún, que su remuneración sale del Presupuesto General de Gastos de la Nación.
Si todavía no lo entendieron, entonces no pueden seguir donde están.
Así de sencillo, así de simple.

La impunidad marcó el camino

"Algunos jefes del ejército, sin contar con ciertos altos funcionarios de la policía –lo confieso– mandaban edificar mansiones señoriales para la época, por entero fuera de la proporción con sus posibilidades económicas, utilizando materiales generosamente 'donados' por determinados comerciantes de la plaza y empleando presos de la cárcel en la construcción". Son palabras de Arturo Bray, describiendo la creciente corrupción que existía a finales de la década de 1930, durante el gobierno de Félix Paiva.
Bray escribía con propiedad: fue un militar condecorado y se desempeñó como jefe de policía en esa época. Este extracto de sus memorias Armas y Letras es fascinante, porque muestra cómo, a grandes rasgos, los mismos esquemas de despojo al Estado siguen vigentes más de 70 años después. Muchos comisarios y funcionarios públicos siguen teniendo "golpes" de suerte que le permiten tener saltos astronómicos de sus patrimonios.
Asimismo, lo más probable es que la donación de materiales para la construcción de las lujosas residencias que menciona Bray era una forma de pago de servicios ilegales proporcionados por los jefes policiales. Quizás, quién sabe, eran las primeras "guardias privadas" de la Policía, negociado que hoy se extiende en la mayoría de las comisarías en todo el país.
Posiblemente ahora los presos ya no son utilizados como esclavos-albañiles (aunque cómo se manejan las penitenciarías, no deberíamos descartarlo), pero la mayoría de ellos siguen sufriendo incontables violaciones de sus derechos más básicos.
¿Cómo estos patrones pueden extenderse a lo largo de las décadas? Es muy probable que la respuesta, o al menos una señal de ella, sea encontrada en posteriores líneas del libro del coronel Bray: "Poco después la policía descubriría un desfalco de no escaso monto en el Banco Agrícola; luego de pasarse las actuaciones a la Justicia, el asunto fue encarpetado; los presuntos culpables se vieron amparados por la indiferencia o la impunidad; la prensa liberal –El Diario y La Tribuna– optó por echar tierra a la denuncia".
De nuevo nos encontramos con un término siempre actual: la impunidad. La falta de castigo y desinterés en la verdadera justicia permitió que los sistemas de robo del erario público y estafas al pueblo se perpetúen, cambiando cada tanto de nombres y colores. Por eso no sorprendería que las denuncias sobre corrupción en el anterior gobierno –tan de moda estos días– y pedidos de coima en nombre de Cartes terminen en el popular oparei, una práctica que marcó a fuego a nuestra sociedad.

Derecho autoral que no se honra

Es bueno seguir viendo el tema de los derechos autorales que no se pagan en innumerables casos, pero se cobran o pasa alguien que dice poseer los derechos de las canciones y melodías, y que después no les rinde cuentas a los autores. Tampoco nada se habla   de los derechos de los escritores, que también hay que honrar. Y eso, visto como un nudo más, demuestra  que  los derechos de los intelectuales están desprotegidos en relación con sus publicaciones. Los editores de libros y de material discográfico se desentienden porque es sabido que en este país a nadie le gusta pagar los impuestos con el argumento: '¿Por qué yo voy a ser el único?'.
Más allá de ese hecho, me mueve a escribir otra vez sobre el tema porque a eso yo le llamo insistir por si una puerta se abra.
La solución no es que cada autor salga a controlar la venta de sus libros, porque eso desgastaría su creatividad literaria o musical.
Cuando surgió el tema de los derechos de autor de Agustín Barrios, lo más natural que se me ocurrió decir es que era Autores Paraguayos Asociados el encargado de tal administración, pensando que esa entidad era estatal. Pero una tan amable como aclaratoria solicitada de Alcides Roa, titular del ente, indica que hay que ser socio para ello.
Ese error en que caí, ya que no es estatal, me hace pensar ahora que APA es, entonces, una sociedad privada, si no depende del Estado, siendo que yo imaginaba que en el Paraguay, después de cumplido lo que prescribe la ley en cuanto prescripción, el país es el heredero natural de los derechos autorales universales de los fallecidos. Y es a quien hay que rendirle y exigirle una buena administración de esos bienes inmateriales que forman parte de nuestro acervo.
Pero obviamente eso no puedo reclamarle a APA, si es una sociedad anónima que recauda derechos autorales por orden de sus socios. No sería más que una eficiente administradora a la que los autores asociados delegan para que ellos "vayan a cobrar". Entonces esta agrupación no gubernamental no puede ser obligada a recaudar por aquellos que no son socios, pero resulta que sí lo hace. Todos los músicos, compositores y escritores tienen que anotarse, cuando tendría que ser algo automático cuando un material discográfico se publica, lo mismo un libro, se pasa a ser socio solo por ese hecho. Eso es natural como lo es que cuando uno nace en el país se le considera paraguayo automáticamente. En otras palabras, ¿no sería ridículo que un paraguayo no lo sea hasta que se anote como socio en una entidad llamada Paraguay? Por algo los derechos intelectuales están incluidos en los derechos humanos.

El taxista y la señora de las cuatro décadas

Ya era un lector empedernido de Última Hora cuando aquel enero de 1998 pasé del viejo taxi a la redacción ubicada sobre Benjamín Constant. Eran aún los tiempos en que uno podía escribir en un periódico sin tener el título universitario. Empezaba a estudiar filosofía en esa época, y donde pusieron acento para contratarme fue en mi capacidad de expresarme por escrito. El aprendizaje del oficio vendría luego.
Y fueron siete años donde aprendí muchísimo, a través de grandes maestros del periodismo como Juan Andrés Cardozo, quien me abrió las puertas de Última Hora, o el querido Guillermo Ares, quien ocupa un lugar especial en mi afecto. Conocí muchísima gente y sus expresiones culturales a través de cientos de coberturas y entrevistas por las que me llevaron las secciones de Artes y Espectáculos y el suplemento Correo Semanal.
El cambio de milenio no fue el único experimentado en esos años. Cuando entré, Última Hora era un vespertino cuyo propietario era Demetrio Rojas. Era un diario sin edición dominical ("porque ningún diario sale los domingos"), con un suplemento cultural de 32 páginas, el e-mail solo existía en el departamento de informática e internet era como el unicornio, un ente del que todos hablaban pero que nadie había visto.
Cuando me retiré en el 2004 y pasé a la academia y a la investigación, Última Hora había pasado por un proceso de "innovación" en su diseño. Acababa de incorporarse al Grupo Vierci, se había transformado en matutino (luego de pasar por una crisis de identidad en que fue matutino y vespertino al mismo tiempo), ya tenía una enorme edición dominical y un suplemento cultural de solo 8 páginas, además de un sitio web que poco a poco va acabando con el papel y el olor a tinta.
Trabajé hasta julio de aquel año. El primer día de agosto fui a retirar las chorrocientas cosas que uno acumula en las redacciones como si fuera un castor que debe taponar el Niágara. Me llevó toda la jornada ir llenando mi auto y tres viajes hasta casa para poder dejar los muebles vacíos. Cuando empezaba a juntar los papeles de fax y otras chucherías, la compañera Susana Oviedo encendió uno de los televisores de la redacción diciendo que un supermercado de Trinidad se estaba incendiando. Fue un día horrible. La tragedia nos aplastó a todos; aquel negro domingo, cuando ya anochecía, me despedí en silencio del diario más cabizbajo de lo que esperaba.
Pero en realidad nunca me fui. Aparezco siempre a compartir con mis amigos que hice en todos esos años. Al final son ellos los que hacen que cada tanto invente una excusa para visitar la redacción.
No cabrían acá todos los nombres de amigos que hice en los años que pasé en Última Hora, colegas del oficio en varios otros medios, artistas de todas las disciplinas, etc.
Solo puedo decir que esos mágicos años fueron un punto de inflexión y lo que aprendí hasta ahora me sirve en otros campos de mi vida. Por eso, en estas cuatro décadas de Última Hora me siento orgulloso de haber pertenecido alguna vez a su historia y de seguir apareciendo cada tanto en sus páginas. Felicidades a todos y todas.

jueves, 3 de octubre de 2013

Los Cachafaces


Requerimos sanciones ejemplares. La tolerancia al robo, al descaro, a la sirvengüencería, nos está llevando al precipicio. Los pobres no son solo materiales son también espirituales, aquejados por los malos ejemplos de quienes tienen licencia para cazar en ese jujal donde viven, en amable complicidad, administradores y sindicalistas a quienes, por supuesto, nada les importa y menos aún afirmar que lo que hacen no tiene ninguna importancia: como sus vidas mismas.

El Paraguay requiere urgentemente de vergüenza, de rebeldía, de respuesta a estas cosas, que no cambiarán mientras lo que veamos sea parte de la cotidiana normalidad. O cambiamos lo público o lo padecemos en privado. Hasta ahora los cachafaces llevan la delantera. Depende de nosotros empatar el partido y derrotarlos.

martes, 1 de octubre de 2013

Educación Aplazada

En Paraguay, actualmete, la educación deriva de un tangente oculto en la sociedad. Niños y jóvenes dedican sus tiempos a una educación mediocre. 
A causa de la huelga realizada por los docentes agremiados a la FEP y la OTEP respectivamente durante casi quince días, reclamando el presupuesto jubilatorio; la cartera e Educación finalmente por decreto Nº52 aprobó el descuento masivo a los docentes. 
A raíz de este decreto, los maestros decidieron realizar medidas para reclamar sus derechos sobre las medidas tomadas por el Ministerio de Educación. 
Mañana se realizará una movilización, en donde participaran los maestros agremiados. En este caso los alumnos de nuestros colegios y escuelas públicas una vez más perderan clases, definitavamente nuestra educación paraguaya padece de reclamos, debilidades, aplazos, alumnos mediocres, aulas bajo el mango, etc. 
Nuestro nuevo gobierno se caracteriza por su supuesta dureza y el típico repertorio "falta de rubros y recursos del estado", no se hace responsable de nuestra educación; una educación con nota uno.